«Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen» - Concepción Arenal
Muy buenos días a todos y a
todas. Hoy os traemos un tema algo polémico: el lenguaje sexista. En esta
entrada descubriremos qué es y cómo podemos combatirlo. ¡No os lo perdáis! ¡Os
encantará!
Introducción
La evolución del castellano está condicionada
en parte por el poder que van adquiriendo los medios de comunicación. La
televisión, la radio o los periódicos ejercen una enorme presión en la opinión
pública, por lo que el lenguaje que se usa en estos medios pasa a ser
utilizado, de forma consciente o inconsciente, como método de enseñanza. Así,
ayudan a incorporar gran cantidad de nuevos términos o construcciones que
acaban siendo aceptadas por el resto de la población. Pero entre estas
incorporaciones, muchas se podrían censurar o considerar inapropiadas desde el
punto de vista normativo.
Esta preocupación se justifica si se tiene en
cuenta que muchos estudios apuntan que los medios de comunicación influyen más
en la lengua que el propio sistema docente, puesto que no solo conforman
voluntades, sino que ayudan a la planificación lingüística.
Por
ello, los medios de comunicación pueden contribuir a erradicar el sexismo
social y lingüístico que tan evidente es en la lengua castellana. Pero, ¿qué es
el sexismo lingüístico?
Según la RAE,
la palabra sexismo es la «discriminación
de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro». Y la palabra lingüístico es «perteneciente o relativo
al lenguaje». A partir de estas dos definiciones podemos decir que el sexismo
lingüístico es la discriminación, mediante el lenguaje, de personas de un
determinado sexo (normalmente el femenino) porque se considera que ese sexo es
inferior al otro (habitualmente el masculino). Esta discriminación se produce
cuando las palabras, oraciones y sintagmas humillan u ocultan a las personas de
un sexo.
Una vez
definido este aspecto, hay que decir que el castellano tiene muchos
procedimientos para evitar el sexismo lingüístico: genéricos, colectivos o abstractos,
entre otros. Como sabemos, la lengua evoluciona para adaptarse a las
necesidades de sus hablantes, por lo que una sociedad igualitaria entre los dos
sexos debería pedir también empleos lingüísticos que ayudasen y reflejasen esa
igualdad.
El primer
ejemplo escrito de lenguaje no sexista lo encontramos en una inscripción funeraria pagana de la Bética que
contiene el desdoblamiento «Equitius... Vestiponensis» y «Equitia...
Vestiponensia» (CIL, II, 1467).
Pero si creemos que diferenciar entre el sexo masculino y
el femenino puede ser muy pesado, hay varias opciones más sencillas para
combatirlo. Entre las primeras propuestas para combatir el sexismo lingüístico
se encontró la creación de un género neutro terminado en –e, pero fue abandonada; una de las más recientes es el uso de la
arroba (@), que ridiculiza y pone en entredicho otros recursos que no
transgreden las normas gramaticales del castellano actual; y otra que podríamos
mencionar es el uso de la equis (x)
por parte de los anarquistas: kedamos
todxs a las 5 pa ir a la manifa.
Además,
disponemos de varias opciones para evitar el lenguaje sexista:
usar la forma masculina y femenina cuando haya miembros de los dos sexos. Por ejemplo, no decir solo todos mis compañeros, sino decir, todos mis compañeros y todas mis compañeras;
uso de colectivos cuando dispongamos de términos masculinos y femeninos, una opción mejor a la de usar las dos formas. Algunos colectivos son: de clientes, clientela o de trabajadores, personal, plantilla o personas;
usar nombres de persona sin especificación de sexo o construcciones impersonales: los investigadores pasaría a ser el personal investigador;
uso de pronombres no marcados para el género: en vez de los lectores de este artículo, quien lea este artículo;
buscar otros términos para expresar lo mismo. Para no emplear algunos investigadores brillantes, podemos usar algunas mentes brillantes;
sustituir las construcciones copulativas en las que se necesite un adjetivo masculino por otras construcciones. Somos apasionados se puede sustituir por tenemos pasión;
eliminar el artículo en sustantivos neutros. He quedado con unos amigos se sustituiría por he quedado con amigos; y
destacar a las personas de ambos sexos. Para evitar el uso de los trabajadores tenemos dos opciones: los trabajadores y las trabajadoras o trabajadores y trabajadoras.
Aquí vemos varios ejemplos de lenguaje sexista y,
entre paréntesis, las posibles soluciones.
Los 47 jueces decanos (los 47 jueces y
juezas) de España, que han suscrito esa afirmación, se han convertido estos
días en la inesperada punta de lanza de un movimiento reivindicativo para
paliar los efectos sociales del
derrumbe económico. […] «Nuestra
recompensa es dar un buen servicio a nuestros compañeros (compañeros y
compañeras) que nos eligen y a los ciudadanos (ciudadanía).», declara Ángel
Dolado, decano de Zaragoza. (El País,
11 de noviembre del 2012).
Pero
la discriminación lingüística no es la única manera con la que se da el sexismo
lingüístico. Aunque no nos demos cuenta, el sexismo lingüístico se produce en
la prensa muy a menudo, por ejemplo, cuando las mujeres solo son portada cuando
son asesinadas o maltratadas. También, si consultais la sección «deportes» de
la mayoría de los periódicos deportivos, veréis que el deporte femenino pasa
prácticamente desapercibido, como si no existiera.
Pues
bien, eso también es lenguaje sexista, el hecho de que las mujeres no sean
portada y que, muchas de las veces que lo son, es por motivos de violencia
machista. En cambio, las veces que hay violencia feminista, que las hay, apenas
aparece la noticia mencionada en un pequeño artículo.
Aun con todo,
afortunadamente hay periodistas que son conscientes del problema de la
discriminación lingüística y que por ello usan alguna de las técnicas que se
han descrito anteriormente para evitar el sexismo lingüístico.
El porcentaje de alumnado extranjero
en las aulas aragonesas ha vuelto a aumentar
después de dos años en ligera caída. (HERALDO
DE ARAGÓN, 11 de noviembre de 2012).
Reticencias
Sin embargo, por
diversos motivos, no todo el mundo está de acuerdo con el uso de los
procedimientos lingüísticos igualitarios. Entre los más comunes nos encontramos
con el hecho de que su uso «vulnera el principio de economía lingüística»
(Tereixa Constenla, «El lenguaje es sexista. ¿Hay que forzar el cambio?», El País, 14 de junio del 2008); otro es
la típica frase de «lo importante no es cómo se habla, sino cómo actuamos»; «el
género determinado es el masculino, por lo que no se excluye a nadie ya que las
mujeres también han participado en la creación de la lengua, ¿o acaso no se
dice lengua madre en vez de lengua padre?» (Ignacio Bosque, ‘El
sexismo y la visibilidad de la mujer’, El
País, 4 de marzo del 2012)
Por supuesto,
ligados al conservadurismo están los académicos de la RAE, que parecen no
querer modificar el género marcado del castellano ni hacer a las mujeres algo
más visibles en la lengua.
Y también, en
la comunidad periodística predomina el conservadurismo y cierta reticencia a la
hora de poner en práctica los procedimientos hasta ahora mencionados. Entre las
múltiples excusas que nos ponen estos profesionales, destacan «en periodismo se
trata de decir lo máximo posible en el mínimo espacio posible» o «no podemos
cambiar todo lo que no les guste a unos pocos, si fuera por eso, estaríamos
siempre modificando el uso de la lengua».
En
Serendipia sabemos que es muy difícil encontrar una solución común y que se
lleve a cabo de forma rápida, pues necesitaría tiempo y esfuerzo, pero creemos
que es posible disminuir el machismo lingüístico. ¿Qué opináis sobre el tema?
¿Cómo solucionariais la discriminación de la mujer en la lengua? ¡No olvidéis
comentar! ¡Estaremos encantadas de leerlo!
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